¿Cómo saber que vas a tener éxito?

Proyecto, negocio, emprendimiento, meta… Objetivos que generalmente se quedan en papel o en una idea fugaz, que aparece en un destello de conciencia por algún suceso de nuestra vida, pero que se esfuma por la desvalorización de su potencial.

Desechamos la idea de “empezar un proyecto” porque nos parece rebuscado, larguísimo, costoso o agotador; y ni hablar de esas ventas infructuosas que te han estancado el stock indefinidamente. ¡Pánico!

Otros prefieren saberse víctimas de las circunstancias, se inventan cualquier excusa para evitar comenzar: “quisiera aprender inglés pero hoy amaneció muy nublado” Diría Carlitos momentos antes de saturarse de videos en tik tok. 

Elegir atravesar ese calvario mental nos incita a aceptar la realidad desde un punto de vista conformista, lo compensamos diciendo: “¡nah!, seguiré haciendo lo que he venido haciendo hasta ahora, total, es seguro y me da estabilidad, en lugar de estar pensando en sueños utópicos que me dejarán agotado y sin un céntimo” 

Estancado en la rutina, un cuerpo inerte, programado para satisfacer sus necesidades básicas automáticamente, y repetir el proceso sin cuestionamiento. Lo paradójico es que ni siquiera un cuerpo inerte se queda inmovil todo el rato, hay fuerzas externas que lo obligan a moverse. Esto lo determinó Newton, en lo que luego se convirtió en una ley universal: 

“Todo cuerpo se mantiene en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme hasta que una fuerza externa lo modifique”

Esto es conveniente para objetos inanimados, pero no somos tales objetos, tenemos cerebro – y podría decirse que inteligencia – por lo que la ley de Newton es inaplicable, a menos con respecto a la fuerza.

Para los objetos inanimados se requiere de una fuerza externa para modificar su estado inicial; en el caso de las personas, valga decir racionales, se encuentra a disposición otra fuerza, que no es externa ni responde a las leyes de la física: la voluntad.

Querer hacer algo no implica hacerlo, y hacerlo no implica un resultado favorable. 

Tener plena consciencia de ello, nos hace forjar carácter para aumentar esa fuerza que nos impulsa a comenzar. Pero ¿Por qué es tan importante comenzar? ¿Acaso se resolverán todos los problemas que tenía antes de empezar? ¿Acaso tendré éxito de inmediato y lograré los objetivos deseados sin mayor esfuerzo?.

La respuesta a las dos últimas preguntas es ¡NO!, pero eso no es motivo para restar importancia al inicio del proyecto.

La respuesta a la primera pregunta es: PROBABILIDAD

¿Qué probabilidad hay de que mi estado actual cambie?

Si no hago nada y me quedo en mi estado inicial, la probabilidad es nula.

Si doy el primer paso para comenzar a andar el proyecto, la probabilidad es exponencial.

Si tu fuerza de voluntad es tan alta que te permite dar un gran primer paso, la probabilidad de cambio también será alta. Si es más baja, la probabilidad será menor, en cualquier caso, nunca será nula. Ahí radica la importancia. 

La fuerza de voluntad nos ubica en la etapa de la decisión y la acción: “yo decido emprender, por lo que ejecuto el primer acto”. 

Esta etapa es la que nos diferencia de una piedra, es lo que nos hace libres y responsables de nuestros actos. Cuando decido, abro mi mente, no me muevo por la corriente, actúo en consecuencia con mis valores y mis objetivos, y asumo la responsabilidad de las consecuencias, soy humano.

El beneficio del impulso inicial es innegable pero no se agota con el primer paso.

Con este paso, se abre una ramificación de “mini proyectos”, a los cuales se debe aplicar de nuevo la fuerza de voluntad para emprenderlos, tomar la decisión y actuar en consecuencia. Es una reacción en cadena que te va encaminando a tu objetivo final.

Es posible que el resultado no sea igual al objetivo deseado, eso no significa fracaso. Tampoco significa que está todo terminado. Esa primera experiencia puede ser el calentamiento para el motor de tu imaginación. Lo mejor es que ahora el punto de partida no es cero, la experiencia del proyecto “fracasado” te coloca más adelante en la carrera.

El resultado solo es la consecuencia de las acciones, desesperarse por obtenerlo es poco práctico.

La muerte es el resultado de vivir, por lo que vivir para morir es absurdo. Lo más importante es el camino, ahí se encuentran una gran cantidad de éxitos que no se consideran por no ser el objetivo principal. Michael Korda definió el éxito como:

“La distancia entre el punto de partida de una persona y su mayor logro”. 

Ahora tu motivación son esos pasitos victoriosos que te llenan de júbilo y te mantienen siendo humano: decidiendo y actuando. Por el contrario, quedarse inerte como la piedra, reaccionando a los estímulos externos, con una nula probabilidad de cambio, es un fracaso decretado. 

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esto es una parte de lo que en realidad significa que me enseñen a pensar: tan solo ser UN POCO MENOS ARROGANTE. Tener una dosis de consciencia crítica sobre mí mismo y mis certezas. Porque un gran porcentaje de las cosas que creemos que son automáticamente ciertas, terminan siendo interpretaciones erradas de la realidad o engaños perceptuales.

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